Abróchense los cinturones
La aviación comercial tiene algunos retos por delante que podríamos calificar de titánicos.
Probablemente, el que más les quita el sueño, es el de la sostenibilidad en su operativa, en los tres ángulos (medioambiental, económica y social), pero me atrevería a decir que con prioridad absoluta el de la descarbonización.
Hace dos telediarios, seguro que el lector lo recuerda, de lo que se hablaba era de construir aviones más eficientes, que consumieran menos y que pudieran llegar más lejos (la influencia en la estructura de costes de una aerolínea del combustible, es enorme). Pero, poco a poco, el concepto y la sensibilidad respecto a la huella de carbono fue entrando en nuestras vidas, en la economía y en la legislación y así vemos como algunas aerolíneas te proponen (con poco éxito) pagar un poco más por el billete para compensar tu huella de carbono.
Claro, no nos olvidemos que la aviación (cargo y comercial), suponen un 2% de las emisiones globales de CO2. A priori, parece poco. Pero claro, si comparamos peras con peras, es decir, si comparamos los distintos medios de transporte, el aéreo es el más contaminante de todos por persona y kilómetro (especialmente en vuelos cortos), lo que alimentó como la espuma el sentimiento de “vergüenza a volar” y una cierta evolución de las tendencias de viaje de consumidores que deciden hacer menos vuelos al año, o más largos en estancia o eliminar la opción del avión en cortas distancias. Todos estos cambios son, sin duda, riesgos para la industria turística y, ni que decir tiene, para los destinos ultraperiféricos e insulares, a los que no nos queda otro remedio que gestionarlos en la medida de nuestras capacidades.
Además, la UE no ha dejado de enseñar la patita en relación a nuevas tasas a la emisión de dióxido de carbono de la aviación, que se incrementarán hasta 2026, buscando así que la aviación cumpla con los objetivos climáticos marcados, que no es otro que lograr cero emisiones netas de carbono de la aviación en 2050.
En el camino de la descarbonización, se está investigando en tres tecnologías principales para reducir las emisiones, los combustibles sostenibles, el hidrógeno y la propulsión eléctrica.
Y donde las líneas aéreas se han puesto más las pilas, concentradas ahora en buscar alternativas al queroseno, intolerablemente contaminante, es en los combustibles sostenibles.
Es así como surgen los SAF (Sustainable Aviation Fuel), combustibles sostenibles que no exigen que la flota que surca nuestros cielos tenga que hacer cambios en su mecánica, ni así tampoco en las redes de almacenaje o suministro.
La UE, a través de la iniciativa Refuel Aviation, obliga a un uso mínimo del 2% de SAF mezclado con queroseno en 2025, un 5% en 2030 y un 63% e 2050.
Estos nuevos combustibles, que han de ser rigurosamente certificados, deben lograr reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero entre un 50 y 60% y su origen debe provenir de residuos, podas, aceites domésticos o desechos urbanos, entre otros.
¿Inconvenientes? Pues naturalmente, varios, especialmente que a día de hoy, son mucho más caros que los convencionales (entre 3 y 6 veces más caro que el queroseno) y que la capacidad de producción es hoy a todas luces insuficiente (poco más del 1% en 2021) para nutrir la creciente demanda del sector, tanto es así, que los expertos hablan que harán falta muchos años para estar medianamente preparados, aún jaleados por incentivos y políticas que promuevan su uso.
Así United prevé tener una refinería de biocombustible operativa en 2026, Air France-KLM se ha aliado con Total Energies, Ryanair con Shell, Iberia con Cepsa y Repsol...
Y, curiosamente, justo estos días, en España, se ha constituido una Alianza (lobby?) para la Sostenibilidad del Transporte Aéreo en España (AST), formada por 900 organizaciones del sector para afrontar el que denominan como el mayor reto presente y futuro de la aviación, su descarbonización.
El camino es imparable.
Como imparable en el crecimiento de personas a nivel global, en parte por una mayor accesibilidad del turismo. Lo cierto es que AIRBUS prevé una demanda de aviones nuevos hasta 2041 de 39.490 unidades, el 40% reemplazará la flota existente y, más de 24.000 serán crecimiento. El 80% de todos los aviones serán de la categoría de pasillo único clásico, siendo el resto medianos o grandes.
Teniendo en cuenta que la vida útil de un avión comercial ronda los 25 años, hay que imaginar que vamos a seguir usando aviones “convencionales” para rato.
La NASA trabaja en algunos aviones totalmente eléctricos, de pocos pasajeros y pensado para trayectos cortos, así no parece que este sea el camino posible para la aviación comercial de este siglo.
A la par, otra vez la NASA y Boeing han firmado un acuerdo para construir, probar y volar un avión de demostración a gran escala y validar un aparato que se convierta en el más ecológico del mundo; se trata de una aeronave de alas delgadas y extralargas estabilizadas por puntas diagonales, creando una mejor aerodinámica que consumiría menos combustible.
Otra cosa es cómo nos afectará todo esto a nosotros, a los viajeros, a los turistas, como evolucionará la experiencia de volar, que lógicamente, lo hará a la par que la tecnología.
Según Easyjet, que constituyó un grupo de trabajo de seis futurólogos, para allá, por 2070, tendremos comida impresa en 3D, adaptada a cada cliente, al igual que la ropa, que se entregará en el hotel, eliminando la necesidad de llevar maletas. Los pasaportes leerán los latidos del corazón y estará desplegado el apasionante mundo de la realidad virtual de experiencias para viajar en el tiempo (incluso al pasado). Podremos probar antes de comprar, habrá avances biónicos y Meta que permitirán anticipar cómo puede ser el viaje en el destino, experimentando el lugar antes de reservar el viaje. Tendremos entretenimiento a bordo que se transmitirá directamente a los ojos, eliminando pantallas, así como taxis aéreos e-VTOL, de aeronaves eléctricas de despegue y aterrizaje vertical, que usarán el 85% de los pasajeros que vayan al aeropuerto.
Abróchense los cinturones...
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Sobre el Autor
Alberto Bernabé
Economista por la Universidad de La Laguna, estudió un año en los Estados Unidos y posee un programa de alta dirección por el Instituto Bravo Murillo.
Tiene una dilatada experiencia de 25 años en el sector turístico y en gran medida en el sector público.
Inició su andadura profesional en la patronal hotelera Ashotel, como responsable de los programas de formación y empleo de los hoteles de la provincia de SC de Tenerife.
Posteriormente, se le encomendó crear lo que sería la Sociedad de Desarrollo de la cocapital de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, gerenciando la misma durante 4 años.
En 2004 es nombrado gerente de la sociedad pública del Cabildo de Tenerife, Turismo de Tenerife, labor que ejerce durante 8 años.
En 2011 tiene su primera experiencia política, convirtiéndose en Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de la capital de la isla, con la responsabilidad del área de hacienda, patrimonio y tecnologías.
Ya en 2015, se convierte en Vicepresidente y Consejero de Turismo y Acción Exterior del Cabildo de Tenerife. Hasta junio de 2019 ostenta por tanto las competencias plenas en Turismo de Tenerife, como Presidente y todas las funciones inherentes al sector, además de CEO en Teleférico del Teide. En junio de 2019 pasa a ser Consejero en la oposición, hasta febrero de 2020 en que devuelve su acta para dedicarse al sector privado
En la actualidad, es Asesor Turístico y PwC Senior Advisor en España.
Colabora en las temáticas de internacionalización y turismo.