¿Qué hemos aprendido después de un año de pandemia?
Difícil, ha sido un año muy difícil, y lo que nos queda por delante no parece que vaya a ser mejor, por el momento.
Este año de pandemia ha sido complejo para la economía, para las PYMES, para los autónomos, para las familias, para todo el mundo. Si bien parece que se ha cebado especialmente con algunos sectores como la hostelería, la restauración, el turismo, etc. está siendo duro para todos.
¿De verdad piensas que vas a poder escribir un post sobre lo bueno que podemos sacar de él?
No sé si es cosa del autónomo que llevo dentro, reinventándose cuando hace falta, viendo lo mejor y la oportunidad, o es que soy un optimista incorregible, pero… ¡Lo voy a intentar!
Contaminación atmosférica y de las aguas
Durante los primeros meses, los de confinamiento, vimos cómo bajaban drásticamente los niveles de contaminación en la atmósfera y en las aguas. Por un lado debido a la reducción del transporte de personas y de algunas mercancías y, por otro, por la disminución en la actividad industrial.
Por supuesto, no se trata de quedarnos encerrados en casa, pero sacamos una lectura bastante directa de los orígenes de mucha de esa contaminación. Sabemos que se pueden hacer mejor las cosas y contaminar menos, solo tenemos que encontrar las alternativas.
Teletrabajo
Esta forma de trabajo a distancia ha sido uno de las grandes “descubrimientos” este año. Muchas personas ya lo conocíamos y lo habíamos realizado, pero esta entrada de lleno en tantas y tantas empresas puede suponer un antes y un después para muchos puestos de trabajo.
Por una lado, parece que se le está perdiendo el miedo, ya nos fiamos más de nuestros/as trabajadores/as y en que trabajarán lo necesario para sacar los proyectos adelante. ¿No es mejor el trabajo por objetivos que pasar ocho horas diarias sí o sí en un puesto de trabajo y que el rendimiento sea menor?
Por otro lado, el hecho de que haya tantas profesionales teletrabajando, disminuye el tráfico. disminuyen los atascos y las horas punta. Esta disminución del tráfico ha venido muy bien a sectores como el transporte de personas y mercancías, que veían cómo su labor se facilitaba enormemente.
Las empresas podrán ahorrar mucho en inmuebles, alquileres, electricidad, etc. Hemos visto que no son necesarias grandes superficies para que la empresa continúe con su ejercicio. No es necesario estar siempre todos juntos en las oficinas.
Llevar a los hijos a clase es más fácil cuando hay menos tráfico y, además, después no tienes que estar encerrado en el coche hasta que llegas a tu puesto. Basta con deshacer el camino hecho y volver a casa.
El teletrabajo facilita la conciliación familiar y la organización de tareas en el hogar.
Pero también hemos visto que ha supuesto un problema en muchas familias. No todas las familias tienen un lugar donde poder trabajar sin distracciones, o una buena conexión a internet, etc.
¿Y la teleformación? Entre teleformación y teletrabajo nos hemos dado cuenta de algunas de las carencias que tiene nuestra sociedad, la tremenda desigualdad que existe en un mismo pueblo o ciudad. Sin espacios para trabajar o estudiar, sin ordenadores, sin internet. Entiéndeme cuando te digo que esto es bueno, que localizar los errores, los puntos débiles y las carencias es el primer paso para ponerles remedio.
Comercio local
La falta de personas en zonas de oficina ha supuesto un problema para muchos comercios, pero una oportunidad inmejorable para otros. Los que han podido adaptar su modelo de negocio a las circunstancias, han visto cómo ha aumentado el comercio local y de cercanía. Hemos descubierto tiendas, bares y peluquerías que quizá nunca habíamos visto cerca de casa.
Es una oportunidad para descentralizar la economía, los comercios, los puestos de trabajo, los servicios. Reavivar los comercios locales, sin necesidad de trasladarse al centro para comprar, trabajar o divertirse. Pequeñas ciudades dentro de las ciudades, barrios más completos y autónomos.
Esto me recuerda al concepto de la “Ciudad de los quince minutos”. Núcleos, dentro de las ciudades, prácticamente independientes, donde puedes encontrar todo lo necesario para vivir sin necesidad de recorrer grandes distancias.
I+D+i
Quizá ha sido uno de los sectores que ha salido más revalorizado durante este año.
Dadas las circunstancias, ha crecido la conciencia social sobre la importancia de invertir en I+D+i. Esto ha sido más evidente en el aspecto sanitario, pero es una petición que se lleva años haciendo desde el sector. La Investigación, el Desarrollo y la Innovación son pilares básicos de un mercado en movimiento, de una sociedad que avanza.
Hemos visto cómo ha sido necesario desviar personal y fondos para que la investigación dé frutos. Aún así, después de la urgencia, seguirá siendo necesaria mucha más inversión en I+D+i, al menos para ponernos a la altura de otros países europeos y que muchos de nuestros profesionales no se vean obligados a emigrar.
A nuestra querida Sanidad Pública la hemos visto agobiada, flaqueando por falta de inversión y de personal en un momento muy concreto de la pandemia. Pero, como ciudadanos, hemos aprendido (a la fuerza, eso sí) la importancia de hacer un uso responsable y consciente de los servicios sanitarios, priorizando y analizando nuestras dolencias y necesidades verdaderas, aprovechando las consultas telefónicas para no colapsar las urgencias ni los Centros de Atención Primaria.
Quizá dentro de poco, cuando esto se haya normalizado, nuestros profesionales de la salud tendrán un poco más de tiempo para las consultas y su jornada laboral no será una maratón contra el tiempo con cada paciente.
Ecosistemas
De una de las maneras más duras posible hemos aprendido que toda nuestra acción en el medio tiene una consecuencia y que, la suma de varias acciones, puede ser desastrosa. Los desequilibrios a los que el ser humano somete a diferentes ecosistemas han causado esta pandemia y, posiblemente, causen más si no ponemos le ponemos freno. El SARS-CoV2 no ha sido el primer virus en aparecer por la incursión desequilibrante del ser humano en otros ecosistemas, le preceden el Marburgo, el Ébola o el VIH, por ejemplo. Y posiblemente no sea el último.
Comprender este mecanismo de acción-reacción es esencial ya que, muchas veces, las consecuencias a nuestros actos individuales, familiares, empresariales, etc. aparecen lejos en distancia y tiempo.
Durante esta pandemia hemos visto que estamos mucho más lejos de cumplir los ODS de lo que creíamos, que nuestro estilo de vida, económico, social, industrial, etc. tiene muchas repercusiones (que se pueden cambiar); que las empresas están formadas por personas y que, cuanto mejor esté la persona, mejor estará la empresa; que sigue existiendo muchísima desigualdad social, económica y digital.
Pero, como he comentado con anterioridad, darnos cuenta a tiempo de nuestras carencias como individuos, como familia, empresa o sociedad, reconocer que es un problema, supone el primer paso para ponerles remedio, solucionarlo y mejorar.
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Sobre el Autor
Marcos Ruiz Abad
Biólogo ambiental especializado en educación y comunicación. Máster en Gestión de Infraestructuras y Servicios Ambientales, con amplia experiencia en comunicación, educación, diseño de medios didácticos y vídeo marketing.
Después de unos años dedicado al mundo de la educación ambiental, con varias publicaciones de gestión ambiental en el tiempo libre, pasó al mundo de la comunicación empresarial tanto online, como offline. Recientemente ha decidido unir sus grandes pasiones para dedicarse enteramente a la comunicación científica y ambiental.
Especialidades: Comunicación corporativa, marketing, vídeo marketing, social media, marketing digital, gestión web, content curator, voluntariado, RSC, comunicación científica, innovación.