Prohibiciones de plásticos de un solo uso: ¿Problema u oportunidad?

Casi seguro que te has enterado de las futuras prohibiciones que, tanto en España como en la Unión Europea, se planean llevar a cabo en 2020 y 2021. Sí, me refiero a las que tienen que ver con una serie de plásticos de un solo uso.

Seguro que eres consciente de la peligrosidad de los plásticos que no llegan a reciclarse o reutilizarse. Se convierten en trampas mortales tanto en tierra como en mar o se degradan en partes cada vez más pequeñas que son introducidas en la cadena alimenticia, con resultados todavía inciertos para la salud. No en vano, Fundéu BBVA, ha elegido “Microplástico” como palabra del año 2018.

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Y es que, si te fijas un poco en lo que nos rodea, estamos absolutamente rodeados por materiales plásticos. Y no está mal, es un material barato, ligero, resistente, maleable, etc. tiene muchísimas aplicaciones y, muy probablemente, se seguirán encontrando más. Lo que no tiene sentido alguno es tener tantos, tantísimos, objetos de plástico de un solo uso. Objetos cuya vida media podrá variar entre 1 y 20 minutos, dependiendo del objeto, y que pueden tardar entre 150 y 1.000 años en degradarse.

Aunque para muchos (entre los que me encuentro) la medida llega muy tarde, el Gobierno de España ha decidido que, a partir de 2021, se prohibirán todas las bolsas plásticas ligeras (entre 15 micras y 50) y muy ligeras (menos de 15 micras) que no sean biodegradables.

De igual manera, la Unión Europea aprobó una propuesta, respaldada abrumadoramente por el Parlamento Europeo (571 votos a favor, 53 en contra y 34 abstenciones), que establece que ciertos productos de plástico de un solo uso para los que hay alternativas fácilmente disponibles deberán desaparecer del mercado para el 2021.

Estos productos son: bastoncillos de algodón, pajitas, platos y cubiertos de plástico de un solo uso (con excepciones hasta 2023, para instituciones que ya lo han contratado), removedores para bebidas, palos de globos, plásticos oxo-biodegradables y algunos envases y vasos de poliestireno expandido (corcho blanco).

¿Y esta serie de prohibiciones serán un problema? Obviamente, para el medio y para la vida en el planeta son absolutamente necesarias pero, ¿nos hemos acostumbrado tanto a este tipo de productos que nos va a costar vivir sin ellos? ¿Y las empresas? ¿Podrá influir en ellas de alguna manera?

Si hablamos de empresas productoras y comercializadoras de plásticos seguro que influirá, y tendrán que buscar nuevas propuestas menos contaminantes, ya que esta propuesta europea viene acompañada de estrategias de responsabilidad ampliada del productor (RAP), que incluyen el coste de las limpiezas y medidas de sensibilización. Y, si tu empresa es de productos plásticos de un solo uso, está claro que tendrás que buscar opciones en otros materiales o cambiar de nicho de mercado.

Pero, en realidad, este tipo de prohibiciones suponen una gran oportunidad para que las empresas cambien, se hagan más respetuosas con el medio, más sostenibles, más innovadoras y, con un poco de buen ojo, podrán transformar lo que podíamos ver como un problema en beneficios, tanto económicos, como de branding empresarial.

Es innegable que existe un grupo de consumidores preocupados por el planeta y por cómo sus hábitos de consumo impactan sobre el medio. Pero, por suerte para el planeta (y para nuestra salud o la de nuestros hijos) este sentimiento, esta preocupación, se está haciendo bastante transversal poco a poco. Empieza a dejar de ser un grupo específico de consumidores, para convertirse en una característica cada vez más demandada por los ciudadanos.

¿Cómo podemos conseguir que esta prohibición suponga un beneficio empresarial? ¡Innovando! Cada vez existen más materiales alternativos al plástico y que tienen características parecidas.

Uno de los materiales más nombrados es el Bioplástico: Se trata de polímeros naturales a partir de residuos agrícolas, celulosa o almidón de patata o maíz (millo).

Son 100% degradables y compostables, igual de resistentes y versátiles, y ya se usan en sectores como agricultura, industria textil, medicina y sobre todo en el mercado de embalajes y envases.

Estos biopolímeros se están ya popularizando en ciudades europeas y estadounidenses: se trata de los PHA (familia de polímeros y copolímeros de polihidroxialcanoatos) y el PLA (polímero del ácido láctico). Este producto promete suponer el 10% del mercado europeo del plástico dentro de 10 años. 

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Ventajas del bioplástico:

  • Reducen la huella de carbono. Esta huella se reduciría mucho más si el material se produjese en las islas.
  • Suponen un ahorro energético en la producción.
  • No consumen materias primas no renovables.
  • Reducen los residuos no degradables.
  • No contienen aditivos perjudiciales para la salud como ftalatos o bisfenol A.
  • No modifican el sabor y el aroma de los alimentos contenidos.

Además de los bioplásticos, si nos centramos en las bolsas plásticas de un solo uso, existen más alternativas como las bolsas de rafia (cuya vida media ronda los 3-5 años), bolsas de tela (alrededor de 8 años) o capazos de mimbre, cáñamo o palma (que prácticamente son eternas).

Todos estos materiales podrán ayudar a la empresa a reinventarse y ser más sostenible, y son menos perjudiciales que el plástico de un solo uso, pero es esencial que las empresas pongan su granito de arena en la “re-educación” de los consumidores para evitar, en la medida de lo posible, los elementos de un solo uso, porque, sean del material que sean, suponen un tipo de consumo totalmente insostenible.

En este sentido existen muchas asociaciones y fundaciones locales, nacionales e internacionales que estarían encantadísimas de colaborar con las empresas que quieran realizar proyectos educativos y de sensibilización que ayudasen a minimizar el consumo de este tipo de elementos. En este caso, la RSE supone una oportunidad innegable para que las empresas pongan su granito de arena para ayudar a mejorar la sociedad.

Como ya sabemos con seguridad, una empresa es socialmente responsable cuando en su proceso de toma de decisiones valora el impacto de sus acciones en las comunidades, en los trabajadores y en el medio ambiente e incorpora efectivamente sus intereses en sus procesos y resultados.

Así, una forma de diferenciarnos de nuestros competidores pasa, en muchas ocasiones, por llevar a cabo una política empresarial y de Responsabilidad Social activa y que camine a la par (o incluso por delante, como propongo en este ejemplo) con la sociedad, sus intereses y sus necesidades. Bien ejecutadas, este tipo de acciones ayudarán a mejorar la situación valorativa, competitiva y el valor añadido de nuestra empresa.

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Sobre el Autor

Marcos Ruiz Abad

Marcos Ruiz Abad

Biólogo ambiental especializado en educación y comunicación. Máster en Gestión de Infraestructuras y Servicios Ambientales, con amplia experiencia en comunicación, educación, diseño de medios didácticos y vídeo marketing.

Después de unos años dedicado al mundo de la educación ambiental, con varias publicaciones de gestión ambiental en el tiempo libre, pasó al mundo de la comunicación empresarial tanto online, como offline. Recientemente ha decidido unir sus grandes pasiones para dedicarse enteramente a la comunicación científica y ambiental.

Especialidades: Comunicación corporativa, marketing, vídeo marketing, social media, marketing digital, gestión web, content curator, voluntariado, RSC, comunicación científica, innovación.

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