¡Maldita autopista! #RSC

La movilidad sostenible desde la RSC

Uno de los temas recurrentes en los cafés, baños o pasillos son los atascos; en nuestro caso, el colapso en las autopistas se ha convertido en un asunto “top” en la agenda de los medios que, incluso en sus portadas, muestran filas de coches detenidos que parecen casi infinitas. Y en las redes sociales vemos continuamente amargas quejas y acaloradas discusiones para todos los gustos. Es un tema importante, no hay duda. Pero, ¿y las empresas y organizaciones? ¿Son ellas también parte del problema y, por tanto, de la solución? ¿Es la movilidad un asunto en el que las organizaciones puedan dar un paso al frente como agentes activos de la comunidad? En este post les planteo esa reflexión que, espero, ir completando de forma más concreta en futuras “citas” con ustedes.

La movilidad sostenible ha pasado de ser un reto para las políticas públicas a ser una preocupación de primer orden que atraviesa ámbitos como el urbanismo, la protección medioambiental, la calidad de vida en las ciudades, la salud o la siniestralidad asociada al tráfico. En los últimos años hemos visto como, con mayor o menos alcance, los PMUS (Planes de Movilidad Urbana Sostenible) se implementan en muchos territorios y se reclaman en muchos otros por parte de la ciudadanía.

A la par, el avance de la perspectiva socialmente responsable en las empresas y otras organizaciones ha colocado el concepto “sostenibilidad” como un enfoque prioritario.

Es lógico pensar, pues, que la Movilidad Sostenible es un ámbito destacado en el área de responsabilidad de las empresas al valorar la huella que la acción empresarial tiene para los agentes con los que opera: desplazamientos de sus trabajadores/as, proveedores o clientes.

En el caso de los empleados, todos los viajes que han de realizar causados por su actividad profesional (visitas comerciales, reuniones, acceso al propio puesto de trabajo) suponen gasto de recursos, emisiones de CO2 y son parte del problema de colapso de la mayor parte de ciudades; este impacto varía profundamente en función del modo de transporte elegido, el horario y la frecuencia de los desplazamientos.

Además, los hábitos de transporte tienen costes directos para las empresas ya que inciden en el desempeño profesional y en la gestión del tiempo y el estrés de los y las trabajadoras.

Este modelo de movilidad ha demostrado que no es eficiente

En el año 2009 se publicó un estudio sobre la distribución modal de los trayectos casa-trabajo en España, Italia, Alemania y Bélgica, dentro del proyecto europeo E-Cosmos5. Se exponía que un 63% de dichos trayectos se realizan en coche (un solo pasajero), un 13% en transporte público y un 20% a pie o en bicicleta. España y Alemania, según este estudio, presentan un alto índice de peatonalidad, mientras que el uso del transporte público es similar en todos ellos. En el caso de España, prácticamente la mitad de los empleados que necesitan utilizar un medio de locomoción para ir al trabajo optan por ir siempre en automóvil.

Este uso habitual del vehículo privado motorizado tiene numerosas consecuencias negativas. Tal vez la primera que nos venga a la mente es la contaminación: el transporte es uno de los principales responsables en la emisión de gases de efecto invernadero. En España alcanza más de un cuarto del total de las emisiones del país y un 40% de las emisiones de los sectores difusos (Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero a la Atmósfera). Además, cerca del 65% de las emisiones se asocian al desplazamiento de personas frente al 35% del transporte de mercancías. Y más concretamente, en el transporte de personas, son los turismos los que concentran la mayor parte de las emisiones, llegando al 83%.

Recordemos que uno de los estándares más extendidos para la cimentación de la estrategia de RSC es la guía ISO 26000 en la que se sitúan como “asuntos fundamentales” la mitigación y adaptación al cambio climático y la prevención de la contaminación.

Luego está el drama de la siniestralidad. Aunque en los últimos tiempos los datos de accidentalidad vial y de accidentes “in itinere” han disminuido, tanto aquí como en el conjunto de Europa, hoy continúa siendo la segunda causa de accidente laboral en España.

Sin embargo, el problema es muy complejo y no se termina de abordar con decisión. En el estado español, a pesar de los esfuerzos de la sociedad civil, no se ha aprobado una normativa con rango de ley que derive en obligaciones concretas, a nivel regional y local, en cuanto a políticas y acciones que afecten a la movilidad.  A día de hoy, sigue vigente como único elemento legislador nacional la Ley de economía sostenible que, en su capítulo III expone varios artículos sobre transporte y movilidad sostenible. Y, concretamente, se ahonda en uno de los mismo en la elaboración de planes de transporte en empresas.

 

¿Por qué debería la empresa socialmente responsable fomentar la movilidad sostenible?

Por una parte, se trata de asumir que la mejora en la movilidad diaria tiene una relación directa con la calidad de vida, satisfacción laboral y productividad de sus equipos. Por otra, implicarse completamente con la reducción de accidentes viales vinculados al puesto de trabajo. Y, por último, adoptar una gestión responsable con los impactos ambientales y sociales que conlleva la movilidad de sus plantillas en los territorios donde se encuentran insertadas.

Asimismo, la organización puede ir más allá e incluir aspectos relacionados con el acceso universal al mercado laboral, su fomento y fortalecimiento, especialmente entre sectores en riesgo de exclusión social. La movilidad (carnet de conducir+vehículo) es un factor excluyente y la promoción de otras formas de movilidad incide favorablemente a este respecto.

Y desde una perspectiva economista, el coste de un transporte basado en el uso mayoritario del vehículo privado a motor supera por mucho a la elección de transporte colectivo y, sobre todo de un sistema que opte por desplazamientos a pie o en bicicleta. A estos costes económicos habría que sumarle los sociales y ambientales. En Europa se calcula que el total de las externalidades supera los 650.000 M€ anuales, un 7,3% del PIB europeo. El elemento más importante es el cambio climático, con un 30%, mientras que los costes por accidentes suponen el 24% y la contaminación de la atmósfera el 27%, esto según el estudio Costes externos del transporte (Infras). Es razonable pensar que, además, estos costes afectan a niveles familiares o individuales y a la propia capacidad competitiva de las empresas.

No queda ya sino animar a nuestras empresas y organizaciones a considerar sus pautas de movilidad desde la confianza de que una acción positiva sobre este asunto, que nos afecta a todos y todas en el día a día, solo traerá buenas consecuencias, empezando por el bienestar de las propias plantillas y llegando al aire que respiramos.

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Sobre el Autor

Nira Llarena

Nira Llarena

Joven profesional de la comunicación, especializada en gestión y estrategia de la comunicación corporativa (online y offline). Licenciada en Publicidad Y RRPP por la Universidad Pontificia de Salamanca, en Periodismo por la ULL y con un posgrado en Gabinetes de Comunicación por la Universidad Complutense. Actualmente cursa el máster oficial en Responsabilidad Social Corporativa de la Universitat Oberta de Catalunya.

Con más de una década de experiencia en el mundo de la comunicación, durante los últimos seis años dirige el Gabinete de Comunicación de la Fundación General de la Universidad de La Laguna.

Su foco de interés se encuentra en el Tercer Sector y en los procesos de transformación global fruto de las sinergias entre ciudadanía y los ámbitos público y privado.

Especialidades: comunicación corporativa; gabinete de prensa; periodismo; relaciones institucionales; protocolo; organización de eventos; social media; marketing digital; planificación de contenidos; gestión web; gestión de contenidos; RSC; voluntariado; sostenibilidad.

Colabora dentro de la temática de Responsabilidad Social Corporativa.

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