Suspendemos en educación financiera

Resulta descorazonador asomarse al informe PISA cada vez que se publican sus resultados, nuestra educación queda retratada informe tras informe y lo peor es el aparente conformismo con nuestro discreto puesto a la cola de los países de la OCDE.

No salimos mejor parados en las dos ediciones de la evaluación de PISA sobre los conocimientos financieros de nuestros adolescentes, habiendo quedado en ambas ediciones por debajo de la media de los países de la OCDE que participaron en el estudio, en el puesto 13º de 18 en 2012 y en el 10º de 15 en 2015, con una puntuación aún menor en el segundo estudio que en el primero.

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Nada menos que un 25% de nuestros niños no llega al nivel mínimo de competencia, sin duda algo no estamos haciendo bien. Aunque el propio informe señala que las competencias financieras están relacionadas de manera estrecha con los resultados obtenidos en matemáticas y comprensión lectora, así que poco podíamos esperar vistos los resultados del informe PISA.

Pero ni son los adolescentes los únicos que suspenden ni somos los españoles los únicos que suspendemos. En noviembre de 2016 Allianz Global Investors, en colaboración con Annamaria Lusardi, presidenta de la Catedra Denit Trust de Económicas y Contabilidad de la George Washington University School of Business, realizó una encuesta para comprobar el nivel de educación financiera de los europeos, cuyos resultados se publicaron en el estudio ‘When will the penny drop? Money, financial literacy and risk in the digital age”.

El estudio revela datos preocupantes sobre nuestro conocimiento en temas como el riesgo, el ahorro o la jubilación, y nos deja en un discreto puesto en la media de los países analizados. Curiosamente, a pesar de la crisis que no hace mucho sufrimos, son los conceptos relacionados con el riesgo los que menos se entienden, en especial el concepto de diversificación de riesgos.

Achacar a este suspenso en educación financiera la crisis sufrida quizás sea demasiado simplista, pero desde luego tampoco contribuye a que estemos mejor preparados para sortear o evitar una nueva crisis.

El Informe Europeo de Pagos de Consumidores de 2018, elaborado por Intrum, empresa de gestión de créditos y activos, revela algunos datos ciertamente preocupantes: un tercio de los españoles considera que su economía doméstica está empeorando y el 28% de los encuestados reconoce que en el último año sus gastos han excedido a sus ingresos.

¿Hasta qué punto no hay ahorro por falta de educación financiera? Quizás en la mayoría de los casos sea un problema de ingresos insuficientes, aunque es especialmente llamativo el hecho de que el 36% de los españoles mayores de 50 años afirme que está ahorrando específicamente para viajes, por un 28% que dice destinar sus ahorros a la jubilación. ¿Contribuiría una mejor educación financiera a un cambio en nuestros hábitos de ahorro y consumo?

Seguramente sea más un problema de educación en su sentido más amplio, de educación en valores, y no tanto de educación en competencias financieras, aunque el propio Informe Europeo de Pagos de Consumidores de 2018 concluye que el 68% de los jóvenes de entre 18 y 24 años considera que necesita una mayor formación para saber manejar su economía doméstica.

¿Habrá que interpretarlo como una carencia que identifican nuestros jóvenes o como una excusa? Curiosamente, el 85% de los padres españoles dice enseñar a sus hijos conceptos básicos de economía, aunque, visto el resultado, los padres no quedamos especialmente bien.

No me cabe ninguna duda de que uno de nuestros retos para mejorar como sociedad y progresar en todos los sentidos, no sólo en el económico, es mejorar nuestra educación. Urge un acuerdo entre todas las fuerzas políticas para dejar de utilizar la educación como arma arrojadiza, con planes de estudio a largo plazo que den la necesaria estabilidad a un nuevo proyecto educativo y que no sean modificados cada vez que cambia el signo de nuestro gobierno.

Y sobre todo urge no solo ese consenso sino que se construya sobre valores esenciales como el esfuerzo, la excelencia, el mérito y la autoridad del profesorado.

Tenemos el reto de mejorar nuestro sistema educativo y no solo en nuestras escuelas, también la universidad tiene retos ante sí para adaptar las competencias de nuestros jóvenes a lo que el mercado de trabajo requiere o para reducir la endogamia en su profesorado y dar entrada a profesionales más cercanos a la realidad del mercado laboral, como retos también tiene nuestro sistema de formación profesional, tan denigrado durante décadas y que ha de absorber a muchos de los jóvenes que hoy sufren un problema de sobrecualificación.

Ante ese reto, el que se refiere a la mejora en nuestras competencias financieras es sin duda menor, tenemos que mejorar mucho en la educación de nuestros niños pero hagámoslo también en su educación financiera, inculquémosles valores como el ahorro y el trabajo duro y enseñémosles a manejar un presupuesto y conceptos como la inversión, la rentabilidad o el riesgo, de manera que estén mejor preparados para sortear y, por qué no, evitar una nueva crisis. Es lo que hace María Jesús Soto en “Mi primer libro de economía, ahorro e inversión”, cuya lectura recomiendo vivamente a nuestros niños.

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Sobre el Autor

Samuel Gómez Abril

Samuel Gómez Abril

Abogado y economista, asesor económico – financiero y estratégico de empresas, docente en materia de finanzas en programas de posgrado, formador y mentor de proyectos emprendedores.

Antes de iniciar su actividad en 2012 como profesional independiente había trabajado como abogado en Garrigues, consultor en BearingPoint, director financiero en el CD Tenerife y gerente en el grupo Número 1.

Especializado en control de gestión y análisis de inversiones, con experiencia en asesoramiento estratégico, gestión de operaciones y de proyectos, procesos de refinanciación y concursales, due diligence y operaciones de concentración empresarial.

Colabora dentro de la temática de Dirección y Emprendeduría.

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