¿Por qué quiebran las empresas?

En algún post anterior comenté que no hay reglas fijas en finanzas pero algunos síntomas están siempre en el origen de las crisis empresariales:

  1. No hay ventas. Seguramente sea la causa más común, la más fácil de identificar y sin embargo la más difícil de solucionar.

    Ocurre por errores en el plan de negocio porque nuestro producto o servicio no responde a una necesidad de los clientes, porque no aporta ningún elemento innovador frente a la competencia, porque hemos errado en la estrategia de comunicación, porque no nos hemos ubicado correctamente, porque no tenemos el equipo idóneo para la ejecución del proyecto… o por todas o muchas de esas causas al mismo tiempo.

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Pero no es este un post sobre por qué no venden las empresas, que incluso habiendo obtenido la confianza del cliente no siempre tienen el éxito garantizado, puede que sufran alguno de los problemas siguientes.

    1. No tenemos margen bruto suficiente, entendiendo el margen bruto como la diferencia entre la venta y el coste de la mercancía que vendemos. Me refiero en este caso básicamente a las empresas del comercio, mayorista o minorista, tan obsesionadas por la venta que muchas veces descuidan los márgenes de lo que venden.

      En general sabemos el margen que necesitamos para hacer frente al resto de gastos del negocio, sin embargo la competencia muchas veces obliga a ajustar precios hasta límites que la empresa no es capaz de digerir. Pero otras veces ocurre que las empresas sí controlan el margen de lo que venden pero se olvidan del stock, lo que puede convertirse incluso en un problema mayor.

    2. Nos come el stock. Por mucho que queramos evitarlo, las empresas del comercio compran y venden, para lo cual necesitan un stock que supone inversión (el dinero que uno tiene en el almacén no lo tiene en el bolsillo) y riesgo (de depreciación por obsolescencia o modas, de deterioro, de robo…). Muchas de las empresas del comercio que consiguen vender mueren por el stock, porque acumulan niveles de existencias que no son capaces de vender, mercancía que seguramente habrán pagado y que en el mercado vale cada vez menos.

      Decía que vivimos obsesionados por la venta… y por el beneficio, en ocasiones ajustamos precios solo lo justo, no queremos aflorar la pérdida que trae consigo un stock que ni se ha vendido ni se conseguirá vender con la misma estrategia. Se trata de comprar mejor, lo más ajustado posible a lo que vendemos, pero con el stock que no hemos vendido no hay otra opción que bajar precios, renunciando a margen y, muchas veces, incluso incurriendo en pérdidas. ¿No lo hacemos entonces?

      Claro que sí, por poco que saquemos estaremos convirtiendo mercancía en dinero y, no solo eso, sacaremos a nuestra empresa de una espiral muy peligrosa, no compramos porque nos sobra stock (que no vendemos) y no vendemos porque nuestro cliente está cansado de ver siempre el mismo stock y a los mismos precios.

    3. No somos capaces de cubrir los gastos del negocio. Cuando analizamos los gastos de nuestra empresa solemos ponerlos en relación con nuestros ingresos, obteniendo el peso relativo de cada uno de ellos. Muchas veces vemos niveles porcentuales de gasto inasumibles y por más que tratamos de ajustar no lo conseguimos, son proyectos cuya estructura de gastos, sobre todo si son fijos y no variables en función del nivel de actividad, es demasiado pesada para nuestros ingresos.

      No es fácil salir de esta situación, todo pasa por mejorar la venta y ojo con la tentación de recortar precisamente en aquello que puede propiciar una mejora en la venta, como el personal o la publicidad. Podemos volver a caer en otra espiral, no hay ventas por lo que ajustamos pero si ajustamos cómo vamos a mejorar en ventas…

    4. No conseguimos cobrar o tardamos mucho. Si antes decía que el stock comporta inversión y riesgo, lo mismo ocurre con las cuentas a cobrar, suponen inversión porque el dinero que uno tiene en la calle no lo tiene en el bolsillo y riesgo de que al final no cobremos. Pero, como antes con las empresas del comercio, en el modelo de negocio de muchas empresas está la venta a crédito, es lo que hay, consustancial a muchos sectores.

      No hay otro secreto para cobrar que hacer gestión de cobro, hay que analizar en la medida de lo posible quiénes queremos que sean nuestros clientes, buscar garantías siempre que se pueda, asegurar las cuentas a cobrar… pero sobre todo hacer gestión de cobro.

    5. Elevada inversión que no produce lo que esperábamos. Cuando decía que no hay ventas me refería también a los casos en que, habiéndola, no se acerca a los niveles que esperábamos para la inversión efectuada.

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    6. Financiada de manera inadecuada. No es un problema en sí la inversión sino el hecho de que a través de la misma no seamos capaces de cubrir las expectativas de socios, acreedores y proveedores, el problema no es que la venta no sea la esperada, es que no sea la que necesitamos para atender los compromisos de deuda asumidos o las propias expectativas de rentabilidad del socio. ¿Es la deuda un problema? No lo es en sí, el problema está en el hecho de no generar lo que necesitamos para hacer frente a nuestros compromisos.

    7. Nos olvidamos de la inversión para renovación de nuestras instalaciones. Invertimos para generar actividad que cubra los gastos del negocio, los compromisos de deuda asumidos y las expectativas de rentabilidad del socio, olvidándonos muchas veces de que la vaca puede quedarse escuálida de tanto ordeñarla, no hay que olvidarse de la necesaria reinversión que en muchos casos nuestro activo necesita.

    8. Provocamos tensiones con proveedores y acreedores. La financiación que obtenemos de proveedores y acreedores permite compensar la inversión que hacemos tanto en cuentas a cobrar como en stock, es financiación por la que no pagamos intereses, cuyo calendario de devolución tratamos de estirar al máximo… pero ojo con tensar la cuerda más de la cuenta, vivimos de la confianza que generamos en nuestros clientes, en nuestros empleados, pero también en nuestros proveedores y acreedores.

    9. No mantenemos niveles de tesorería mínima que permitan dar confianza a empleados, acreedores, proveedores y a nosotros mismos. Ese famoso colchón que nos deja tranquilos, más que el colchón me gusta la tesorería que cada año generamos, que se convierte en recurrente, pero si además de reinvertirla, repartirla a socios o usarla para cumplir con nuestras obligaciones con acreedores dejamos un poco como colchón dormiremos más tranquilos.

Es verdad que no hay reglas fijas en finanzas pero por algo será que, si no todas al tiempo, muchas de las causas enumeradas están en el origen de las quiebras empresariales, unas evidentes, otras no tanto, unas más críticas, otras más fácilmente salvables.

Ante ellas un buen diagnóstico y determinación a la hora de poner en marcha el plan de acción.

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Sobre el Autor

Samuel Gómez Abril

Samuel Gómez Abril

Abogado y economista, asesor económico – financiero y estratégico de empresas, docente en materia de finanzas en programas de posgrado, formador y mentor de proyectos emprendedores.

Antes de iniciar su actividad en 2012 como profesional independiente había trabajado como abogado en Garrigues, consultor en BearingPoint, director financiero en el CD Tenerife y gerente en el grupo Número 1.

Especializado en control de gestión y análisis de inversiones, con experiencia en asesoramiento estratégico, gestión de operaciones y de proyectos, procesos de refinanciación y concursales, due diligence y operaciones de concentración empresarial.

Colabora dentro de la temática de Dirección y Emprendeduría.

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