¿Invertir con un socio?
En mi anterior post citaba como uno de los errores que cometemos al invertir en un negocio el no elegir al socio idóneo para nuestro negocio, o no habernos planteado siquiera invertir con un socio, o haber incorporado a un socio cuando debimos haber invertido solos.
Son diversas las cuestiones que debemos plantearnos:
¿Por qué invertir con un socio? En mi opinión un socio siempre debe aportarnos algo de aquello de lo que carecemos, debe ser nuestro complemento perfecto, puede aportar el capital que no tenemos, la experiencia en el sector de la que carecemos, las habilidades de relaciones públicas que aún no hemos desarrollado, la capacidad de gestión que sabemos que no tenemos… incluso la dedicación que sabemos que no podremos aportar.
En ese sentido, invertir con un socio comporta un ejercicio de humildad, reconociendo las limitaciones que uno tiene.
¿Se trata de compartir ganancias o pérdidas? No se invierte para acumular pérdidas pero en ocasiones pensamos en un socio como una forma de compartir riesgos, de reducir el impacto de un hipotético fracaso. Siendo cierto que el impacto compartido es menor, no lo es menos que en esos momentos difíciles se pone a prueba la fortaleza de la relación entre los socios. Compartir ganancias comporta un ejercicio de generosidad no exento de inteligencia, sembrar relaciones en las que todos ganan permite recoger frutos en el futuro; compartir pérdidas es cortoplacista y suele generar justo el efecto contrario.
¿Qué debemos conocer de un socio? Cuanto más se conozca de él, mejor, desde su situación personal hasta su solvencia financiera, es importante conocer por qué quiere invertir con nosotros, qué espera de nosotros, qué creemos que puede aportarnos, cuál es su perfil inversor, su aversión al riesgo, su exigencia de rentabilidad, su aversión a la deuda, su intención de reinvertir o repartir beneficios, su estilo de dirección. Y está bien que conozca lo mismo de nosotros, vendrán situaciones comprometidas que nos pondrán a prueba por lo que cuanto menos dejemos al azar y al factor sorpresa, mejor.
¿Qué podemos exigir a un socio? Compromiso, respeto, lealtad y confianza, es la base de cualquier relación interpersonal, como lo es la relación con un socio. Está bien que exijamos aquello que se supone que aporta al proyecto (la capacidad financiera, sus contactos, su experiencia…), pero sin compromiso en el proyecto común, sin respeto y lealtad con nosotros y consigo mismo o sin confianza en nuestro papel en el proyecto, nada de todo aquello tendrá el efecto deseado. Por cierto, el mismo compromiso, respeto, lealtad y confianza que, en justa correspondencia, debemos exigirnos a nosotros mismos.
¿Cómo regular la relación con un socio? Por supuesto es esencial la confianza entre los socios, solo esa confianza permitirá en su caso desbloquear situaciones de crisis. Pero no está de más que acordemos el funcionamiento y estrategia del negocio con nuestro socio, de modo que queden claras las reglas de juego.
Se trata de que acordemos el porcentaje de participación de cada uno, la aportación inicial y sucesivas aportaciones en su caso, los cargos dentro de la sociedad, la forma de dirimir las situaciones de bloqueo por desacuerdo en caso de que las hubiera, pero también que definamos otras cuestiones no siempre consideradas como la contribución e incluso tareas de cada uno en el proyecto, su nivel de compromiso, si se retribuye a los socios y de qué manera, el objetivo de rentabilidad, la estrategia de financiación, el propósito de reinvertir o repartir beneficios o qué ocurre si una de las partes no quiere continuar en el negocio.
Sugiero al menos que de ello se hable y se acuerde el marco de la relación entre los socios, siendo recomendable (aunque no imprescindible) cerrarlo con la firma de un acuerdo entre socios.
¿Y si realmente no necesitamos un socio? Hay quien prefiere emprender en solitario, sin embargo otros, aun sin necesitar un socio, prefieren crear una relación en la que quizás a corto se aporte más que se reciba, pensando en tejer una red de relaciones que dé sus frutos en el medio y largo plazo.
He conocido múltiples relaciones entre socios, algunas exitosas y otras no tanto, y solo me atrevo a afirmar que no hay reglas fijas ni recomendaciones infalibles, la relación con un socio es como la que tenemos con nuestra pareja, todo es fantástico cuando las cosas van rodadas y se pone a prueba cuando vienen mal dadas, es entonces cuando el compromiso, el respeto, la lealtad y la confianza forjan una relación duradera y fructífera, o la ausencia de estos valores da al traste con las ilusiones de los socios.
Creo firmemente en la inversión con un socio, con todas las cautelas que comenté antes la mejor forma de emprender es la de buscar una alianza con quien nos complementa y nos hace mejores, pero también creo que si uno no lo ve por su forma de ser, de hacer negocios o por malas experiencias pasadas, es mejor no empeñarse en fórmulas en las uno no cree, en ocasiones basta con tejer alianzas con colaboradores externos, incorporar al equipo a esas personas que aportan la gestión o experiencia requeridos, o buscar financiación bancaria y considerar al banco como ese socio que aporta la estabilidad financiera requerida.
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Sobre el Autor
Samuel Gómez Abril
Abogado y economista, asesor económico – financiero y estratégico de empresas, docente en materia de finanzas en programas de posgrado, formador y mentor de proyectos emprendedores.
Antes de iniciar su actividad en 2012 como profesional independiente había trabajado como abogado en Garrigues, consultor en BearingPoint, director financiero en el CD Tenerife y gerente en el grupo Número 1.
Especializado en control de gestión y análisis de inversiones, con experiencia en asesoramiento estratégico, gestión de operaciones y de proyectos, procesos de refinanciación y concursales, due diligence y operaciones de concentración empresarial.
Colabora dentro de la temática de Dirección y Emprendeduría.