Empresas con alma

La gestión de una empresa, independientemente de su tamaño, abarca parámetros muy diversos, pero que nunca deben ser contradictorios entre sí. Es lo que convierte a esta tarea en un proceso fascinante, donde obviamente importa el objetivo, pero también el camino, los procesos, ese trayecto vital que supone una aventura en sí misma y que explica toda experiencia exitosa en la gestión de recursos y personas.

La creatividad está en el origen de toda experiencia empresarial digna de tal nombre, acompañada por la determinación, que también explica los rasgos de ese hombre o mujer al que definimos con admiración como “un empresario de raza”.

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Sobre dicha experiencia hay multitud de reflexiones plasmadas por escrito durante generaciones enteras. Al final todas ellas coinciden en la necesidad de generar dinámicas positivas en forma de círculos virtuosos que den satisfacción tanto a empleados como a clientes y proveedores, así como a la sociedad en su conjunto.

Cuando se conjugan todos estos elementos en la combinación adecuada es cuando afirmamos que una empresa se ha dotado a sí misma de alma, es decir, ha generado una comunidad de valores compartidos y un bien social endógeno, pensando en impactar positivamente en el entorno. Siempre y cuando la práctica de las empresas sea coherente con dichos valores, éstos serán los cimientos mismos de la economía real y de su visión ética. Hay oportunidades para actuar conforme a esta filosofía casi a diario.

Muchas escuelas de pensamiento abundan sobre esta cuestión. Resulta llamativa la coincidencia entre las mismas, incluso desde perspectivas sin comunicación alguna entre sí. Es como si existiera un hilo invisible que conecta saberes a lo largo de los siglos. Por ejemplo, la doctrina del ikigai japonés, aquella que defiende que prospero porque hago aquello que se me da bien, lo que contribuye a la comunidad, lo que me apasiona y lo que además me produce beneficio, tiene a mi juicio mucho que ver con la filosofía acuñada por la Compañía de Jesús desde su mismo nacimiento hace ya más de cuatro siglos.

“Todos somos líderes y toda nuestra vida está llena de oportunidades de liderazgo. El liderazgo no está reservado para unos pocos mandamases de grandes compañías ni tampoco se limitan las oportunidades de liderazgo al escenario de trabajo. Podemos ser líderes en todo lo que hacemos: en el trabajo y en la vida diaria, cuando enseñamos y cuando aprendemos de los demás; y casi todos hacemos todas estas cosas en el curso de un día”, escribe Chris Lowney en El liderazgo al estilo de los jesuitas, uno de los libros más influyentes para miles de gestores de empresa en todo el mundo occidental.

La ambición jesuita de ir siempre a mejor, es precisamente la clase de autoexigencia en positivo que define a las empresas con alma, aquellas que se preocupan por su rol en la sociedad de la que obtienen su beneficio. Es una tarea cargada de dificultades, pero precisamente por ello resulta apasionante y exige otra de las condiciones grabadas a fuego en el ideario de los jesuitas: el autoconocimiento o conocimiento de uno mismo.

“La mayor fortaleza del líder es su visión personal, que comunica con el ejemplo de su vida diaria”, remacha Lowney en la definición de toda una filosofía empresarial con valores, es decir, con alma. Y esa es la génesis del proceso en la dirección de un proyecto capaz de generar prosperidad colectiva. Y hablando de prosperidad, hay que hacer caso a lo que dice el Premio Nobel de la Paz Mohan Munasinghe, que nos desafía a emprender en su ámbito de especialización, la sostenibilidad, desde una perspectiva humanista basada en la coherencia.

El sabio de Sri Lanka señala lo siguiente: “Si pensáis en el desarrollo sostenible como una cumbre de montaña cubierta de nubes, es posible que no veáis la cumbre, pero todavía podéis seguir andando paso a paso y, finalmente, llegaréis a la cumbre”. Formar parte de unas empresas con alma es metafóricamente esa cumbre que nos espera. Y estamos todos invitados.

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Sobre el Autor

José Joaquín Bethencourt

José Joaquín Bethencourt

Licenciado en Farmacia por la Universidad de La Laguna y Máster en Dirección General de Empresas. Inicia su actividad profesional con 22 años como Concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Posteriormente se incorpora a Mercatenerife, y después a Compañía Cervecera de Canarias, donde desarrolla una carrera de diez años en gestión de recursos humanos.

Tras ello vuelve al sector público, donde ejerce como Consejero del Cabildo Insular de Tenerife (2003-2015) y Consejero Delegado de Sodecan -Sociedad para el Desarrollo Económico de Canarias- (2015-2019). En la actualidad es consultor independiente en talento e innovación.

Su perfil profesional es el resultado de combinar una amplia experiencia en los sectores público y privado, con responsabilidades directivas y ejecutivas, formación técnica y empresarial reconocida, demostrables habilidades asociadas a la gestión, la comunicación y las relaciones interpersonales y un alto conocimiento del entorno.

Colabora dentro de la temática de Dirección y Emprendeduría.

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