La calidad en las empresas, siempre en continua mejora
Generalmente y de manera tradicional, cuando las organizaciones implantan sistemas de gestión, lo hacen con el objetivo principal de conseguir una certificación externa, realizando en muchas de las ocasiones un despliegue del sistema de gestión que al finalizar no transmitía a los directivos de las empresas la sensación de estar recuperando la inversión inicial. O lo que es lo mismo: que el sistema de gestión, bien fuera de calidad, medio ambiente o seguridad, no retornaba de manera directa en resultados económicos.
Por otro lado, muchas veces en las organizaciones se ha confundido el coste de calidad con el coste de no calidad, siendo dos aspectos bien diferenciados entre sí.
El coste de calidad implica la suma de todos aquellos recursos en los que vamos a invertir para implantar, certificar y sostener nuestros sistemas de gestión, como por ejemplo, consultoría especializada, certificación, calibraciones... Habitualmente es considerado como un gasto que realiza la empresa y que implica un impacto económico en la organización, cuando en realidad debería ser considerado como una inversión. Por otra parte, el coste de no calidad se asocia a todos aquellos costes en los que una organización incurrirá por no desarrollar sus operaciones y actividades de manera eficaz y de forma controlada. Son por tanto, costes asociados a fallos y errores en el funcionamiento de su sistema de gestión. Este coste puede y debe ser controlado, pues en la práctica, si se gestiona adecuadamente, constituye una herramienta de gran utilidad para el control de costes y la mejora de la rentabilidad de las organizaciones: Si se hace bien, se podrán planificar las actividades de manera preventiva, evitando así estos impactos y sus riesgos asociados.