El reconocimiento social de la empresa y del empresario en Canarias
Viví unos años de mi más temprana infancia junto al estadio de San Mamés, feudo del Athletic de Bilbao, renombrado por sus seguidores – entre los que me encuentro - como “la catedral del fútbol”.
Desde el salón de mi casa, un quinto piso, se veía la mitad del campo, desde la línea media hasta la portería de la misericordia, como se le llamaba y llama hoy en día, por estar en el lado del estadio que linda con la casa de la misericordia, el centro de beneficiencia local.
Cada quince días me sentaba en aquella ventana a seguir uno de los dos tiempos del partido, aquel en el que mi ídolo, el portero local Jose Angel Iribar “el chopo”, jugaba en la portería que veía perfectamente desde mi particular palco. Sus paradas, muchas de ellas tras un espectacular vuelo sobre la delantera contraria, me llamaban puntualmente a esas citas quincenales, a cada una se sucedía un largo y atronador aplauso.